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Historia Publication logo Junio 14, 2023

La ayuda mutua e intercambio de conocimientos alimentan a la comunidad de trabajadores agrícolas de Immokalee

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bus transports farm workers
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COVID-19, natural disasters, and restrictive legislation exacerbate the systemic barriers to health...

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Uno de los jardines comunitarios de Cultivate Abundance se encuentra detrás de Misión Peniel y ha ayudado a la organización a producir más de 59 toneladas de productos. Imagen de Julia Knoerr. Estados Unidos, 2023.

Después de dejar tres hijos en Guatemala, María Vásquez pasó 15 años trabajando en la industria agrícola en Immokalee, Florida. Trabajó en el campo durante tres años recogiendo jalapeños, sandías, pepinos, melones, tomates y calabazas antes de pasar 12 años procesando tomates en un almacén de Lipman Family Farms.

Aunque Vásquez trabajaba con alimentos todos los días, nunca podía permitirse comprar toda la comida que necesitaba para una semana en las tiendas locales, cuyos precios eran elevados. Ella empezó a intercambiar comida con amigos y a enterarse de los recursos comunitarios de Immokalee gracias a comentarios de la gente.

Immokalee es conocida como la capital del tomate de Estados Unidos, pero el 28,4% de sus 24,557 habitantes —la mayoría trabajadores agrícolas inmigrantes de Centroamérica, México y Haití— viven por debajo del umbral federal de pobreza y sin fácil acceso a alimentos sanos. Esta tasa de pobreza es más del doble de la media estatal. Con unos precios de los alimentos superiores a la media estadounidense, una crisis de vivienda y unas opciones de transporte mínimas para llegar a tiendas económicas, muchos trabajadores agrícolas de Immokalee —las personas que alimentan al país— luchan por llevar ellos mismos la comida a la mesa.

Para afrontar estos retos, Vásquez se puso en contacto con organizaciones locales comprometidas con la ayuda mutua y la autosuficiencia. Ella comenzó a asistir a las distribuciones de comida en Misión Peniel, un ministerio del Presbiterio de Peace River que apoya a la comunidad de trabajadores agrícolas de Immokalee, y se unió al grupo de mujeres de la misión para establecer conexiones.

Cuando dio a luz a un hijo con síndrome de Down en 2015, renunció a las exigentes horas de trabajo agrícola para cuidar de él y comenzó a prestar servicios de limpieza para la misión y a trabajar como voluntaria en el jardín comunitario detrás de su edificio dirigido por Cultivate Abundance, una organización que se ocupa de la inseguridad alimentaria y los problemas de subsistencia en las comunidades de trabajadores agrícolas migrantes de bajos ingresos en el suroeste de Florida, donde finalmente llegó a trabajar como ayudante de jardinería.

Al igual que Vásquez, muchos miembros de esta comunidad tan unida han encontrado estrategias de resiliencia colaborativa cuando la pandemia de COVID-19 y el huracán Ian dificultaron aún más el acceso a los alimentos.

Una combinación de redes informales de ayuda mutua, producción de alimentos a pequeña escala, búsqueda de alimentos y distribución de comidas de organizaciones locales como Misión Peniel y Meals of Hope mantienen nutrida a la comunidad. Además, Cultivate Abundance cultiva plantas como el amaranto, sotacaballo de Haití (liann panye en criollo) y la chaya (un arbusto nutritivo originario de la península de Yucatán) para ir más allá de la caridad y proveer a los miembros de la comunidad productos culturalmente relevantes y localmente reconocidos que reflejen sus diásporas.


Lupita Vasquez-Reyes muestra la oferta del jardín, que incluye muchas plantas solicitadas por los miembros de la comunidad o cultivadas a partir de semillas compartidas. Imagen de Julia Knoerr. Estados Unidos, 2023.

Estos esfuerzos no solo refuerzan la seguridad alimentaria, sino que también apoyan la autonomía de la comunidad para cultivar sus propios alimentos y participar en la curación colectiva. Mientras que muchos residentes de Immokalee realizan trabajos agotadores cada día y probablemente han sufrido xenofobia, violencia sexual o alquileres abusivos en su pasado reciente, el huerto de Misión Peniel ofrece un espacio seguro para que los miembros de la comunidad hablen sus propios idiomas, compartan recuerdos de sus países de origen, practiquen la meditación y retomen sus conocimientos culturales ancestrales para cultivar sus propios alimentos como administradores de la tierra.

Inseguridad alimentaria y de vivienda en Immokalee

La calle principal de Immokalee cuenta con varias cuadras de pequeños mercados que ofrecen productos de las diásporas mexicana, guatemalteca y haitiana, predominantes en la comunidad, así como servicios de transferencia de dinero para que los inmigrantes envíen dinero a sus países de origen. En el estacionamiento del supermercado La Fiesta, un cruce clave de la ciudad que limita con la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW) y Misión Peniel, se detienen viejos autobuses escolares que transportan a los trabajadores agrícolas a sus puestos de trabajo.

Las gallinas salvajes cacarean a cualquier hora del día, y su coro se mezcla con las emisiones de Radio Conciencia 107.7, la emisora comunitaria de la CIW. Los espacios verdes escasean y, más allá del centro de la ciudad, las aceras se desvanecen en barrios de remolques destartalados y avenidas concurridas bordeadas de restaurantes de comida rápida.

Aunque Immokalee se encuentra a solo 30 millas de Naples, una de las ciudades más ricas de Florida, los salarios siguen siendo una barrera principal para el acceso adecuado de los residentes a los alimentos. El Censo más reciente encontró un ingreso anual promedio per cápita de $16,380 en Immokalee entre 2017-2021. Casi el 39 por ciento de la población de Immokalee nació fuera de Estados Unidos, y el número de trabajadores agrícolas varía en función de las estaciones; algunas fuentes estiman que entre 15,000 y 20,000 trabajadores agrícolas migrantes estacionales suelen vivir en la zona.

De 1980 a 2009, los trabajadores agrícolas recibían 50 centavos por cubo recogido en lugar de un salario mínimo garantizado, lo que significaba que tenían que recoger al menos 150 cubos al día para obtener ingresos suficientes.

El Programa de la Comida Justa de la Coalición de Trabajadores de Immokalee (CIW), que comenzó en 2010 para crear una industria alimentaria más justa para trabajadores, agricultores, compradores y consumidores, cambió eso. El programa es conocido a nivel nacional como un programa modelo para proporcionar a los trabajadores agrícolas de Immokalee derechos humanos, exigiendo que los cultivadores que venden a los compradores participantes (como McDonalds, Walmart, Whole Foods y Trader Joe’s) registren el tiempo de los trabajadores y les paguen el salario mínimo (actualmente $11 dólares por hora en Florida), como exige la ley federal. Los compradores participantes también se comprometen a pagar al menos un centavo más por cada libra de tomates que compren, lo que se traduce en una prima repartida entre los trabajadores que cumplan los requisitos.

Sin embargo, no todos los compradores participan en el Programa de Comida Justa. La CIW ha pedido que Publix, Kroger y Wendy’s se unan al Programa de Comida Justa, pero hasta ahora, se han negado a adherirse. Julia Perkins, coordinadora de educación de la CIW, afirma que el trabajo agrícola es irregular y que los ingresos de una persona varían mucho según la temporada. Los trabajadores agrícolas siempre tienen que estar disponibles para posibles trabajos.

“En el sector del tomate, cuando hay que recoger mucho, cuando no llueve mucho, [si] es la primera recogida, te puede ir bastante bien durante varias semanas”, dice Perkins. “[Pero] no es lo suficientemente bien como para alimentarte el resto del año”.

La pandemia de COVID-19 exacerbó la lucha de los trabajadores agrícolas por obtener unos ingresos adecuados. El mercado de las cosechas disminuyó debido al cierre de industrias consumidoras de cultivos como cruceros, hoteles y restaurantes, lo que redujo los precios de los productos básicos y aumentó los precios de las tiendas de comestibles.

Según el Departamento de Agricultura de EEUU, el uso del transporte público se desplomó cuando la pandemia golpeó en 2020, lo que redujo significativamente los precios del petróleo y disminuyó la demanda de cereales como el maíz utilizado para producir biocombustibles. Al mismo tiempo, las tiendas de alimentos, los restaurantes y los bares vieron cómo se reducía el servicio, lo que les obligó a subir los precios. Los trabajadores agrícolas se llevaron la peor parte de esta recesión económica: la menor demanda de cultivos se tradujo en menos puestos de trabajo, y la inflación limitó el alcance de sus salarios. Si los trabajadores agrícolas enfermaban del virus y no podían ir a trabajar, no recibían paga alguna, y como seguían siendo trabajadores esenciales, no podían quedarse en casa.

Además, muchos residentes de Immokalee son indocumentados, lo que significa que no cumplían los requisitos para recibir cheques de estímulo federal bajo la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica contra el Coronavirus (Ley CARES por sus siglas en inglés), ni pueden recibir prestaciones del Programa de Asistencia Nutricional Complementaria (SNAP por sus siglas en inglés) para ayudarles a comprar alimentos.

Más allá de los salarios, la vivienda suele exigir el 60% de los ingresos de los residentes de Immokalee, según Arol Buntzman, presidente del Immokalee Fair Housing Coalition. Las mismas cinco o seis familias han sido propietarias de la mayoría de las viviendas de Immokalee durante años y cobran un alquiler semanal por cada persona, incluidos niños pequeños, que vive en una caravana de 50 años. A menudo, varias familias o desconocidos comparten habitación.

En septiembre de 2022, el huracán Ian aumentó aún más los alquileres. Intensificando la ya de por sí grave escasez de vivienda, el huracán Ian destruyó viviendas en Naples y Fort Myers, lo que llevó a algunos a trasladarse a Immokalee y superar la oferta de los trabajadores con bajos ingresos, lo que, según Buntzman, a su vez elevó aún más los alquileres.


El supermercado La Fiesta es uno de los pequeños y caros mercados de Immokalee, situado en el centro de la ciudad. Imagen de Julia Knoerr. Estados Unidos, 2023.

Alimentar a las familias de los trabajadores agrícolas

Para hacer frente a estas crecientes necesidades, las organizaciones religiosas y sin ánimo de lucro prestan un apoyo fundamental a través de servicios básicos de salud y alimentación.

Julyvette Pacheco, directora de la oficina de la organización de seguridad alimentaria Meals of Hope, vio cómo aumentaban las necesidades tras el huracán Ian, agravadas por la inflación. Su organización solía dar de comer a 200 familias a la semana en Immokalee, pero tras el huracán, esa cifra aumentó a 350.

“Algo que hemos notado desde el huracán”, dice Pachecho, “es que la gente no es paciente. Cuando vienen aquí, la mayoría están pasando apuros, necesitan comida, han estado esperando.”

Mientras tanto, Cultivate Abundance aborda la inseguridad alimentaria cultivando productos que reflejan las costumbres alimentarias de los migrantes y capacitándolos con habilidades para cultivar sus propias verduras. El huerto principal detrás de Misión Peniel es una décima parte de un acre y ha producido más de 59 toneladas de productos desde 2019. Durante el inicio del huerto, los miembros del grupo de mujeres de la misión contribuyeron a un proceso participativo de toma de decisiones sobre el tipo de productos que valoraban, y los miembros de la comunidad ahora pueden ofrecerse como voluntarios para trabajar en el huerto a cambio de productos para llevar a casa. Ya sea a través de sus familias o de sus vidas profesionales, los miembros del personal comparten conexiones con la industria agrícola y han establecido alianzas con otras granjas y huertos locales.

Lupita Vásquez-Reyes, gerente del jardín comunitario y de extensión de Cultivate Abundance, creció en Immokalee como hija de trabajadores agrícolas migrantes de México. Después de 20 años de ausencia, regresó en 2019. Vásquez-Reyes dice que Cultivate Abundance ha trabajado para construir solidaridad intencional con un enfoque interseccional para representar la diversidad de la comunidad en el jardín. Los lechos del jardín ahora cuentan con una amplia variedad de hierbas y productos, incluyendo hierbas comestibles como la yerba mora que muchos descartarían. Algunas plantas tienen cualidades medicinales.

Vásquez-Reyes destaca los plátanos, las bananas, el maíz, la chaya, las vainas comestibles de mezquite, las cerezas de Barbados, los tomates de árbol originarios de Guatemala y un jardín vertical de hierbas y lechugas. El epazote es una hierba amarga que, según Vásquez, ayuda a descomponer las lectinas de las legumbres. Se está construyendo un jardín de cactus para resistir al clima y las tormentas, y una pila de compost asegura que nada se desperdicie.

El mayor éxito es el cilantro. “La gente se pone tan contenta de poder tenerlo y tenerlo fresco”, dice Vásquez-Reyes. “Si no tuviéramos cilantro, probablemente no tendríamos el éxito que tenemos aquí”.

Cultivate Abundance también funciona como centro de jardinería para los residentes, repartiendo plantones, tierra reciclada, fertilizantes y materiales adicionales. Vásquez-Reyes afirma que los huertos en contenedores son accesibles y pueden trasladarse fácilmente con los miembros de la comunidad con espacio vital o permanencia muy limitados.

Los propietarios suelen disuadir a los inquilinos de cultivar un huerto debido a los costos del agua, por lo que la gente puede tener que regar a mano o recoger la lluvia. A pesar del precio del agua, los huertos en contenedores disminuyen la dependencia de los mercados caros.


Una voluntaria distribuye bolsas de comida gratis en la distribución semanal de los jueves de Meals of Hope en el Farmworker Village de Immokalee. Imagen de Julia Knoerr. Estados Unidos, 2023.

Vásquez-Reyes dice que una semana típica para el personal de Cultivar Abundancia se centra en la extensión a la comunidad, el apoyo y la información sobre los materiales del jardín o los cultivos que Cultivar Abundancia está cultivando. La semana comenzará con la adición de abono orgánico o compost a los lechos del jardín, la comprobación en los jardines de socios como el jardín de la comunidad clínica de la Universidad Estatal de Florida, la cosecha de los cultivos según sea necesario para almacenar para la distribución de comida gratis de Misión Peniel los viernes, y visitar a los jardineros de la zona o vecinos.

El jueves es el día oficial de la cosecha en el huerto de Misión Peniel; todos los productos se destinan a las distribuciones de comida de la misión, cuya política es no rechazar a nadie. Cultivate Abundance también mantiene un pequeño presupuesto para comprar productos de otras granjas orgánicas locales para complementar sus propias cosechas para la distribución de comida.

Colaborar para sobrevivir

Vásquez-Reyes afirma que los inmigrantes haitianos, guatemaltecos y mexicanos tienden a compartir condiciones similares en Immokalee, lo que inspira un intercambio intercultural de conocimientos y creación de redes. Los intercambios pueden consistir en conversaciones comparando precios entre tiendas, compartiendo qué despensa de alimentos tiene las mejores ofertas o cocinando unos para otros.

Según Vásquez-Reyes, los miembros de la comunidad también suelen forrajear hierbas con alto contenido nutricional o usos medicinales. A veces regresan a los campamentos de caravanas donde vivían antes para buscar plantas e intercambian información con sus amigos sobre dónde encontrar distintas fuentes de alimentos.

María Vásquez es un miembro de la comunidad que ha construido una sólida red de atención comunitaria. A siete cuadras de Misión Peniel, Vásquez tiene un pequeño huerto en su caravana —actualmente cultiva cilantro, yerba buena, amaranto, chile de árbol, mostaza y epazote— que utiliza para compartir productos con las personas que ve muy necesitadas. Esta invitación les lleva a menudo a probar nuevos alimentos.

“Hace poco, vine a ayudar a una mujer que ya es de tercera edad. Ya se llevó quelite; ya se llevó cilantro”, dice Vásquez en español.

A Vásquez le llevó algún tiempo ganarse la confianza de su vecina, pero ahora esa vecina, que tiene diabetes, va a ver a Vásquez si no la ve un día. “Me dijo que nunca había comido quelite; dice que sí lo conocía, pero era solo para los animales”, cuenta Vásquez. Ahora ha empezado a cocinarlo, al igual que otras verduras que Vásquez le dio a conocer.

Este intercambio de conocimientos ha revertido directamente en el huerto. Un día, Vásquez trajo taquitos hechos con yerba mora para que el personal de Cultivate Abundancia los probara, y ahora la hierba crece en el huerto.

Para Lupita Vásquez-Reyes, estas estrategias se alejan de una mentalidad basada en el miedo y la escasez para abordar la pobreza y el hambre.

“En este país, la inseguridad alimentaria se ha abordado desde un punto de vista muy perjudicial, y no nos centramos en lo que vive la gente”, afirma Vásquez-Reyes. “Eso incluye la violencia, pero también incluye la resiliencia y el componente de autosuficiencia de lo que la gente ya está haciendo: las redes, las alternativas económicas”.

Vásquez-Reyes espera que el huerto pueda ofrecer un espacio para que los miembros de la comunidad den voz a sus historias en sus propios procesos de curación en torno a sus experiencias como inmigrantes y trabajadores que alimentan una industria de consumo masivo. Estas reflexiones surgen a menudo como recuerdos fundamentales del trabajo en el campo, de hablar libremente de los lugares de donde proceden o de compartir las historias de sus familiares.

Para Vásquez-Reyes, las narrativas ayudan a reimaginar un mundo mejor fuera de las estructuras tradicionales en las que creció. La propia práctica de cultivar alimentos lentos y sin productos químicos invierte la narrativa de la agricultura como una industria arraigada en la producción de mercancías. Por el contrario, según Vásquez-Reyes, la producción intencional de alimentos a pequeña escala de Cultivate Abundance permite a los voluntarios y al personal de la comunidad volver a sus conocimientos culturales ancestrales sobre el cultivo de alimentos en colaboración con la tierra.

Al plantar la milpa (maíz, calabaza y frijoles), los miembros de la comunidad comparten bendiciones e incluso hacen videollamadas por WhatsApp a familiares en sus países de origen que están preparando simultáneamente los mismos cultivos. Mediante este tipo de intercambios, el espacio del huerto alimenta al mismo tiempo las necesidades nutricionales, las identidades y las almas de la comunidad.

“No es la supervivencia del más fuerte; es la supervivencia colaborativa”, afirma Vásquez-Reyes. “Esa es la verdadera sostenibilidad”.

Este artículo, cuya investigación recibió el apoyo del Pulitzer Center, se publicó originalmente en Civil Eats y se reproduce en español en el Nuevo Herald con autorización.

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